Introducción:
Con el presente ensayo se intenta dar una
visión sucinta del tema del amor y la muerte expuesto por el escritor
sinaloense, discípulo de Emilio Carballido, Jesús Óscar Cabanillas Flores,
mejor conocido en el ámbito teatral como Óscar Liera, nacido en 1946 y
fallecido en 1990.
Para el análisis se utilizará su obra Los negros pájaros del adiós, representada
en 1986, en la cual maneja de manera recurrente el tema de la muerte. Se trata
de una obra distinta a su más difundida, El
camino rojo a Sabaida, aparecida en el año 1987, que, a pesar de que para
su exposición se basa en personajes muertos, observamos que el eje central gira
en torno a la denuncia política sobre un hecho real, tan entendida así por los
gestores del poder, que consecuencialmente lo condujo a la cárcel. Es decir,
que aunque la muerte aparece en ambas obras, el manejo temático es diferente en
cuanto a su propósito.
Desarrollo:
El tema:
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Óscar Liera |
La muerte que "tiene una endemoniada puntualidad", como apuntara el poeta venezolano
Efraín Cuevas en uno de sus poemas magistrales, es lo que nos encontramos a lo
largo de la obra; la muerte que ya anuncia que vendrá, como en el caso del
romance El enamorado y la muerte,
mencionado por Ramón Menéndez Pidal, en su libro Flor nueva de romances viejos. Pero a diferencia del protagonista
del romance que no puede obtener de la muerte un minuto más de plazo, en la
obra que nos ocupa no es la fuerza ciega de la muerte la que se impone, sino la
voluntad de los personajes.
Liera hace acopio de la tradición literaria
mexicana donde la muerte ocupa un lugar preponderante, desde las mismas raíces
hispánicas, hasta los días recientes sumando su obra teatral a la extensa obra
poética, cuentística y novelística donde este tema sirve de marco para
recrearla en sus diferentes visiones, desde lo ritual, lo angustioso, lo
balsámico, hasta lo fantástico y festivo. No es solamente la influencia de narradores
prestigiosos, como por ejemplo, Carlos Fuentes en La muerte de Artemio Cruz, sino más directamente de los maestros
del teatro mexicano Jorge Ibarguengoitia, con su obra Dos crímenes; y La caja vacía,
de su propio maestro Emilio Carballido. Todo ello, claro está, sin tomar en
cuenta la extensa obra poética que desde Sor Juana, Entre la muerte y la vejez; pasando por Manuel Acuña, Elías
Nandino, hasta Salvador Novo, José Gorostiza, Javier Villaurrutia, Alí
Chumacero, que a lo largo de una poesía exquisita dan testimonio de lo
fructífero del tema.
Se insiste, entonces, en que el tema
trascendente donde se recrean todas las situaciones está basado
fundamentalmente en la muerte de los amantes. En este caso la muerte entendida
como una liberación.
La obra:
Sinopsis: Pudiéramos contar la obra en "tres líneas":
- Presentación: Una pareja de
amantes, él, un joven estudiante, mexicano, de aproximadamente veinte
años; ella, una profesora adulta, francesa, que lo dobla en edad. Se
conocen en un parque y se van a vivir juntos.
- Nudo: Una brecha
generacional entre ellos les impide comprenderse y en consecuencia llevar
una vida armoniosa como pareja; él la consideraba a ella como la madre
regañona y ella a él como el niño desobediente y malcriado.
- Desenlace: Ella lo mata a
él y luego una amiga del joven la mata a ella.
Los
personajes: En Los
negros pájaros del adiós nos encontramos con cuatro personajes
perfectamente delineados en su perfil psicológico y antropológico:
Gilberto: Un joven que si acaso alcanza los veinte años de edad, lleno de
defectos y virtudes, de fragilidades y padecimientos. Un joven como tantos, ¿o
tantísimos? que aún no vislumbran una senda clara en el derrotero de la vida,
que se refugia en la marihuana como una fórmula para evadir la realidad que lo
asfixia en aquel pueblo costero donde pareciera que la presencia del mar hace
más notoria la soledad que lo embarga. El autor en el inicio de la segunda secuencia
ya nos lo presenta como un ser con fuertes problemas de indefinición:
GILBERTO:
Quién sabe qué loquera, no sé qué me pasa, me dan ganas de una cosa y luego me
dan ganas de otra distinta y cambio; soy como antisocial y a veces me divierte
estar entre la gente, qué loquera, ¿no? Si yo estuviera allí estudiando y en
ese momento ella llegara y me dijera ¿qué ondas? ¿Vamos a una fiesta? Pues a lo
mejor sí iba, "sobres", o a lo mejor le diría que estoy muy clavado
con el libro. Lo que me caga es la idea de que porque es compromiso hay que ir
a güevo. [ .. ] A mí no me gusta hacer cosas por obligación, nada; me gusta la
liberad de obrar en todo.
ANGÉLICA:
(Al público) No creo poder tener una idea
clara de él, ¿qué puedo decir? No era puntual, no era constante, a veces era
muy gentil, me encantaba su sonrisa, sé que amaba a lsabelle porque él mismo me
lo dijo. f..] Recuerdo que hace muchos años, una vez que tomábamos juntos el
café me dijo que él no sabía querer sabiamente, que amaba con enfermedad, como
que perdía la salud cuando se enamoraba.
GILBERTO:
(A Angélica) ¿Eso es la pasión, no?
ANGÉLICA:
Pues... supongo que... sí.
GILBERTO:
y ¿es mala?
ANGÉLICA:
(Despreocupada) ¡Ay, mira, no sé! Dicen que
todos los excesos son malos; eso dicen los adultos, pero ni tú ni yo confiamos
en ellos.
GILBERTO:
¿En los excesos o en los adultos?
ANGÉLICA:
(Riéndose) ¡Pendejo! (Como recalcando) En los adultos.
GILBERTO:
(Apagado) Los padres de la mierda.
ANGÉLICA:
'i.
GILBERTO:
¡Qué rollo! ¡qué pendejada! Todo está contaminado. ¿Te has puesto a pensar qué
mundo nos espera? La atmósfera, la naturaleza, el mar; aquellas olas que revientan
allá, mira; ya no están limpias. Yo me he plantado en el reventadero y hay
espuma blanca y salada, arena, pescados muertos, aguamalas, pedazos de concha,
mierda y luz ¡Qué pedo! (Pausa) ni yo mismo me entiendo. (Pausa) Eso es la pasión ¿no?
Isabelle: Es el segundo personaje en importancia. Es el ente desencadenante de
todo el conflicto. Desde el principio de la obra nos la encontramos como una
mujer con una visión formada de la vida, nacida en París, refleja los gustos
refinados del medio en que se formó. Gusto, buen gusto, por los grandes
maestros del arte. En la casa que habita tiene libros sobre pintura,
esencialmente de pintores franceses: Braque, Gris, Matisse, Modigliani, Renoir,
Rousseau, Toulouse, Degas. De igual manera se destaca su gusto por la buena
música, ópera, Bellini, Verdi, Mozart, Wagner, Pucini. Ahora tiene unos
cuarenta años de edad y es profesora en un colegio del lugar. Es igualmente una
mujer en constante búsqueda de su felicidad. Tiene pruebas y fracasos, casada,
divorciada, un amigo íntimo y otro, y tal vez otro. Fracasos amorosos, pero la
búsqueda continúa con esperanzas.
Laura: Es la chica que atiende la cafetería donde el autor ubica todo el
relato. Una jovencita como cualquier otra, con escasa formación académica, pero
con esa viveza pícara de los seres que necesitan la astucia para sobrevivir. Es
el personaje que se asoma, ve y toma parte en los acontecimientos. Por otro
lado es el personaje en el cual el autor pone los parlamentos felices o
graciosos para equilibrar la atmósfera. De hecho este personaje aparece por
primera vez en la secuencia cuarta y ya ahí queda definido:
LAURA:
(Al público) Yo no sé nada, nunca me fijo en los clientes; casi me corren por eso,
bueno, ya me han corrido unas ocho veces, pero con la miseria de sueldo que me
pagan nadie quiere trabajar y me vuelven a llamar. "Ay, Laura, espero que
ya haigas agarrado un poco más de sentido", me dice doñita y me trae a
trabajar otra vez. Aquí lo que viene al café es puro mazatleco pobre,
estudiantes y artistas, ah, eso sí, muchos artistas de tiatro, escritores,
pintores; allí conocí a Carmen Alicia, a Rosa María, a la Camacho , a Hiram y la Pierachini , a López
Sáenz, conocí también a los marqueses de las olas altas y al mago de conejitos.
Por aquí nunca se para un gringo ni siquiera para preguntar dónde está la playa
para decirle "enfrente, bruto ", ¡Ay! de todas maneras los gringos que
vienen a Mazatlán son puros patanes y los meseros los endiosan, yo no, que
"washagare, que washa washa ", a mí hábleme en cristiano les digo y
me quito. Los dueños me dicen que me llevo en la chacota con los clientes y que
muchos se me van sin pagar y ahora que me cobran a mí las cuentas menos me
alcanza lo que gano. "Ay, Laura que limpia, sacude, barre, ferea, corre,
sirve, vuela" y ahí me traen todo el día, con el perdón de ustedes, para
arriba y para abajo como calzón de puta. Ay, no, yo no sé nada, nunca me fijo
en las pláticas; me cuentan un chiste y luego que lo quiero contar nomás me
acuerdo de la risa que me dio [..]
Angélica: Es el cuarto personaje de la historia. Testigo de los acontecimientos.
Amiga entrañable de Gilberto, compañera de estudios, confidente, camarada. Sabe
muchas cosas que dirá para echar luz sobre el misterio de la muerte de
Gilberto. Estuvo a su lado en el curso de esta relación enfermiza entre los
protagonistas:
ANGÉLICA:
(Al público) Se conocían desde hacía cinco meses y al mes Gilberto se fue a vivir
con Isabelle. Ella le tenía prohibido que llevara a nadie a la casa, a nadie.
Una vez yo fui porque él le había comprado a Isabelle una bicicleta para que
anduviera en la playa y un día antes de su cumpleaños conseguí un carro para
llevar la dichosa bicicleta y ella nos encontró en la casa, ¡Qué pedo se armó!
¡Puta, qué pedo!
El autor busca expresar la singularidad de
esta amistad poniendo en labios de Gilberto frases incoherentes como:
"Ella es mi amigo Angélica y yo soy su amiga Gilberto".
La
premisa: La muerte como liberación. Isabelle mata a
Gilberto porque representa para ella la frustración, el fracaso eterno. Era
casi como su último barco. Después ¿qué le aguarda en esa playa? La vejez, la
decrepitud, la soledad, la presencia de un ser que simbolizó la esperanza de la
felicidad buscada y que se transformaba de pronto en un elemento de burla, de
ridiculización para ella. Eso está presente en todo el curso de la obra, desde
el comienzo al final.
El autor nos muestra esta situación en cinco
de las seis secuencias en las cuales aparecen Gilberto e Isabelle. De hecho la
obra se inicia en ese primer disgusto de los amantes:
GILBERTO:
¡Ay, buey!
ISABELLE:
¡Estúpido, ya te dije que no me gusta que me muerdas los labios!
GILBERTO:
¡Dímelo, pero no me avientes así!
ISABELLE:
¡Qué te voy a decir, si ya sabes que me lastimas, idiota!
GILBERTO:
Así beso yo; si no quieres no te beso.
ISABELLE:
Me gusta que me beses, pero no así.
GILBERTO:
Es que te quiero comer, si te pudiera comer, te comería.
ISABELLE:
Pues por mí te puedes quedar con hambre.
GILBERTO:
¡Sobres! (Empieza
a vestirse en silencio. Pausa larga)
ISABELLE:
¿Qué onda? (Pausa) ¿Te enojaste? (Pausa)
GILBERTO:
(Serio) No, no hay pedo.
ISABELLE:
¡Ya! No seas niño, Gilberto; eres un hombre maduro. Ven.
GILBERTO:
No, no se hace, ya me voy.
Conflicto: Isabel, contrariamente a como es Gilberto, se nos presenta
inicialmente como una mujer típicamente normal, pero en el curso de la acción
notamos que comienza a traspasar esos límites sutiles que separan la cordura de
la locura. Eso nos lo demuestra el autor cuando en un principio ella, al igual
que una mente primitiva como la de Laura, no pueden ver los pájaros negros que
sí ve Gilberto, pero, sorpresivamente, al final como un presagio de muerte sí
los ve.
Tiempo
y espacio: Toda la obra se desarrolla en un pueblo de
la costa, Mazatlán, en una cafetería muy cercana a la playa. Acontece ahora,
aquí, en este tiempo.
En esta, Liera, al igual que en otras obras,
recurre a su fina sensibilidad para presentamos unas situaciones impregnadas de
un realismo fantástico, donde los personajes se expresan en un habla sin tonos
rebuscados, no exentos de fino humor y poesía. Aparte de su ya característica
manera de manejar el espacio con una sorprendente economía de recursos
escénicos: -"Así, pues, todos
estarán siempre presentes y nunca saldrán de escena. Las banquitas, harán el
autobús; el desayunador, la cafetería; el gran cartel que anuncia la obra de
teatro, El árbol, situará el parque". -nos acota.
El relato se nos presenta en una estructura
quebrada, fractal, donde las situaciones van y vienen sin menoscabo del tiempo.
Toda la obra está desarrollada en quince
momentos, secuencias. El manejo del tiempo luce un tanto caprichoso, pues la
historia se nos despedaza en pequeños sucesos que van configurando la trama a
medida que avanzamos en ese ir y venir de las situaciones.
Secuencia l.
Gilberto e Isabelle, se disgustan. A ella no le gusta que le muerda los labios
y él quiere hacerlo. Se comienza a vislumbrar un conflicto a causa de la brecha
generacional entre ambos. En dos de sus nueve parlamentos Isabelle le recrimina
su falta de madurez: "!Ya! no seas niño, Gilberto; eres un hombre maduro. Ven" Y más
adelante: "... Habíamos acordado
que ese tipo de niñerías estaban superadas".
Secuencia 2.
Gilberto le cuenta a su amiga Angélica el disgusto que ha tenido con Isabelle y
su decisión de irse de su lado. Aquí el autor, no solo pone en evidencia el
carácter voluble de Gilberto, su frustración y su posición de insatisfacción
hacia la actitud de los adultos, de los padres: "Los padres de la mierda",
sino que nos muestra desde ya el eje de la trama. Nos anticipa que lo que viene
a continuación es un crimen pasional y para ello se vale de Angélica que,
rompiendo la cuarta pared, y a pesar de que los estamos viendo juntos en la
misma acción, se refiere a él en pretérito, como si ya no existiera, como si
ambos personajes se encontraran en tiempos diferentes. Dice Angélica al
público: "...Después de lo que pasó me molesta hablar de ellos, no, no me
molesta; me angustia, me... no sé, me horroriza esta especie de crímenes
pasionales, no deja nada sano a los que quedamos envueltos..."
¿Después de lo que pasó? Y qué fue lo que
pasó, se pregunta el espectador. Ah, un crimen pasional, recibe inmediatamente
como respuesta.
Esta muerte anunciada, lejos de tumbamos la
emoción por la curiosidad descubierta, nos la incentiva y queremos ir más allá,
conocer los detalles del crimen y saber.
Secuencia
3. Nos lleva a un momento anterior, al inicio de la relación. Pero aquí ya
se nota la incomprensión: ella dice algunos parlamentos en francés y él
responde, como en burla "Qui". "—!Oh, merde Quel idiot!"— dice
ella fastidiada y se va del parque. Igualmente en esta secuencia el autor nos
pone en evidencia el cuento de los pájaros negros que vienen del mar y que a lo
largo de la obra será un signo del desequilibrio mental de Gilberto.
Secuencia 4.
Isabelle va a la cafetería con la esperanza de encontrar a Gilberto. Laura,
ratifica al público la presencia de la muerte: "...a mí no me gustaría que
un día anduvieran investigando mi vida; ¡Ay! Pero si me mato con otro a la
mejor sí ¿no? ¡Ay, no!"
Secuencia 5. Isabelle y Gilberto, luego, Angélica. Se hace presente el problema de la incomunicación, ahora en presencia de Angélica que más tarde declarará con conocimiento de causa. Isabelle habla en francés y ellos en español, montando sus palabras sobre las de ella. Una vez que Angélica hace mutis, Isabelle se expresa en español para el reclamo: "...me pediste que dejara el cigarro porque tú lo habías dejado y no querías tener la tentación; lo dejé y tú has vuelto a fumar y yo no lo he hecho, porque tú me lo pediste. En cambio yo te he pedido que no fumes mariguana y sé que lo haces. Te he pedido que no traigas gente a la casa y hoy vengo y me encuentro con esa imbécil que trajiste".
Secuencia 6.
Sirve al autor para referir el sentido de verdad cuando se sopesa en la balanza
de los intereses. En un agradable juego donde Angélica le "traduce"
al público lo dicho por Gilberto, notamos que nos dice solamente lo que ella
cree conveniente decirnos. Es así como en algún momento cuando Gilberto se
expresa políticamente en contra de instituciones y a favor de un cambio
político radical, ella nos informa algo totalmente diferente:
GILBERTO:
(A Angélica) Me agüita tanta pinche
miseria, no es justo que algunos no tengan para comer y otros traguen y
traguen.
ANGÉLICA:
(Al público) Él hablaba de que todos
teníamos derecho de comer.
GILBERTO:
(A Angélica) Me jode este gobierno de
caca, es desquiciante vivir entre tanta violencia; esta es la época más negra
de nuestra historia: siempre se obra fuera de la ley, nos gobiernan los
bandidos y hacen justicia los criminales.
ANGÉLICA:
(Al público) Le gustaba mucho el estado
de Sinaloa, decía que El Fuerte, Cósala y El Rosario eran ciudades muy bonitas.
Y le encantaba toda la costa, todo lo que oliera a mar, a playa.
Secuencia 7. La
incomprensión nuevamente expresada en la forma como hablan distintos idiomas,
ella, en francés; él, en español. Esta secuencia redondea ya, definitivamente,
esa diferencia que hay entre ambos, esa muralla que los separa. Hay una
relación de alteraciones constantes, de agresiones verbales. De dolor. De rabia
contenida, de burla, y finalmente de odio.
GILBERTO:
Pensé que tú te estarías divirtiendo en la fiesta entre todos esos hombres que
te conocen y que se sienten muy bien hablando contigo en extrañas claves, de
lugares que yo no conozco, y de cosas que hiciste con ellos en algún tiempo
atrás. [..] Quizá algún día conozca todo eso, pero ahora estoy muy joven y ya
sé que ustedes han vivido mucho y…
ISABELLE:
(Terriblemente irritada) Primero me dijiste puta y
ahora me estás diciendo vieja, pues sí, si quieres soy una vieja puta y tú eres
un niño pendejo.
GILBERTO:
¡Por fin qué bueno que hablas un poco de español para que podamos entendernos!
ISABELLE:
¡Es que de todas maneras no nos entendemos! Qué caso tiene que yo me esfuerce
hablando una lengua que no me pertenece si de cualquier manera tú haces lo que
quieres y te vas por tu lado con esos pájaros negros que no existen. [..] Pero
tienes razón, no voy a imponerte más en las fiestas de mis amigos, ya no harás
más el ridículo, porque de verdad que hacías el ridículo ¡y en qué forma! [..]
GILBERTO:
Tú también te has contaminado, te has vuelto igual de irónica y de amargada que
ellos.
ISABELLE:
¡Qué sabes tú, pedazo de mierda, lo que a mí me pasa por dentro! [..] ¡Lárgate
de mi casa, lárgate para siempre, maldito, y ojalá te mueras!
Secuencia 8.
Laura y Angélica, en el autobús, nos ponen en antecedentes acerca del crimen y
de lo que han dicho a la policía.
Secuencia 9. Nos
retrotrae a una escena entre Gilberto y Angélica. Nos plantea su inconformidad,
sus dudas, su incertidumbre, sus deseos de abandonar los estudios, y finalmente
su idea de la muerte como liberación: "Creo que ya no queda lugar para mí
en el mundo, un día de estos voy a suicidarme".
Secuencia 10.
Escena en la cafetería con Isabelle, Gilberto y Laura. Sirve para retardar la
acción y generar suspenso, Isabelle le regala su collar a Laura y en algún
momento dice: “...hay que saber que todo tiene un fin, todo se acaba".
Al final de la secuencia se rompen
nuevamente los tiempos y Laura le dice al público:
"Cuando supe que se habían matado no me
sorprendió..."
Secuencia 11. En
siete parlamentos entre Angélica y Laura el autor nos presenta a una Angélica
desesperada por la muerte de Gilberto.
Secuencia 12.
Aparecen los pájaros negros como señal premonitoria de muerte. Último
reencuentro de Gilberto e Isabelle. Nuevo pleito. El último. La última ofensa,
la ruptura definitiva.
ISABELLE:
Mira Gilberto, ya me has hecho ir otras muchas veces y nunca hemos visto nada,
yo he pasado otras tantas sola y jamás he visto un solo pájaro en ese árbol. Yo
lo he entendido todo como un invento tuyo a partir de la mariguana.
GILBERTO:
[...]Piensas igual que mi mamá.
ISABELLE:
(Irritada) No pienso igual que tu mamá, ya te lo he dicho hasta el cansancio y
no continúes agrediéndome con eso de tu mamá porque ya estoy harta.
GILBERTO:
[...] Yo necesito convivir con gente de mi edad, gente que todavía tenga vida y
que no sea tan aguada.
Secuencia 13. El
autor llega al paroxismo. Isabelle, notoriamente loca después de haber visto
los pájaros negros, le cuenta a Angélica que ha dado muerte a Gilberto.
ISABELLE:
Anoche fuimos Gilberto y yo a una fiesta que se ofrecía a un maestro y yo tenía
que hacer una crítica a uno de los nuevos libros de pedagogía conductista; y
mientras yo hablaba él se fue con unas niñas al jardín y se perdió por allá
entre las ramas de las azaleas, y no sé qué hacían, pero de vez en cuando oía
sus estentóreas carcajadas y yo tenía que hablar, tenía, quizá que decir cosas
interesantes y no pensaba, lo imaginaba con sus ojos infectados por la
mariguana; sentía que yo hacía el peor de los ridículos, todos estaban atentos,
pero yo no estaba presente, estaba allá, espiándolo entre las azaleas, sudaba,
odiaba a todos, quería correr a matarlo: ha echado a perder mi tranquilidad, mi
frescura, mi vida. La fiesta fue una pesadilla. Regresamos. Gilberto hablaba y
hablaba y yo solo escuchaba el "rick, rick, rick ", insistente de los
pájaros. Durmió narcotizado: le clavé una aguja larga aquí, (en el corazón) para que no ande riéndose
entre las azaleas. Lo hice apenas. Vamos a casa para que lo veas.
Secuencia 14.
Asistimos al desenlace en la cafetería, en una escena entre Angélica y Laura, esta
le dice al público: "Yo de todo esto sé muchas cosas, pero a la policía
nunca le dije nada que no fueran inventos y babosadas. Fue Angélica quien mató
a Isabel, me lo ha dicho de mil maneras oscuras y claras. [ ... ] A la policía
no le dije nada, en este país no hay una idea clara de la justicia, actualmente
vivimos en el peor de los desórdenes..."
Secuencia 15. Despedida poética, de orden visual.
Conclusión:
Conclusión:
Podemos concluir señalando que el tema
recurrente es la muerte presentada como una fuerza fatal que ya había sido
anunciada en derredor de unos amores imposibles de dos personajes
diametralmente opuestos el uno al otro.
Gilberto es un joven que se pasea entre la
cordura y la locura, y a lo largo de su existencia nos muestra sus rasgos de
inestabilidad e indiferencia. Es un personaje que no vislumbra ningún cambio a
través de la acción, tal como lo conocimos lo vimos desaparecer. Isabelle en
cambio nos hace asistir a una metamorfosis sorprendente. Está sola con el
recuerdo de sus venturas pasadas, enfrentada al tiempo inexorable, lejos de su
patria y de su familia, sola aun cuando Gilberto está presente. Cuando perdona
lo hace para aferrarse al amor como un bálsamo. Irá cambiando a través de las
diferentes situaciones hasta llegar a traspasar de un solo salto la barrera que
separa la cordura para caer en el mismo terreno de Gilberto. Hecho que el autor
nos presenta simbólicamente a través de los pájaros negros. La mujer
equilibrada que nunca había visto esos pájaros porque estaba consciente de que
pertenecían a las imágenes delirantes de Gilberto, ahora los ve y escucha con
su crik crik que llaman a la muerte. A la cesación del dolor de vivir.
Igualmente se observa con marcada intención
el elemento gracioso para contrarrestar el panorama oscuro de la tristeza. En
algunos parlamentos encontramos el sentido picaresco cargado de una buena dosis
de ironía apoyada en el habla local, y es precisamente el personaje de Laura el
elegido para aclarar cosas y descubrimos la verdad histórica.
Vemos aquí entonces el tema de la muerte y
del amor, donde es la misma historia de los personajes lo que produce el hecho
trágico, es el destino el que influye, es decir, una fuerza superior a Isabelle
que la lleva a decidir la muerte de Gilberto por la imposibilidad de soportar
las vicisitudes de la vejez, de la soledad, del desprecio, de la burla.
Por información de Laura conocemos que la
muerte de Isabelle viene por manos de Angélica en su propósito de vengar a su
amigo, pero es fácil llegar a pensar que de no haber sido de esa manera, ella
misma hubiese puesto fin a sus días, porque la muerte en este caso no es más
que la liberación del dolor de vivir.
Finalmente se puede decir que el título no
parece ser sacado del texto una vez concluida la obra, sino un elemento que
estuvo presente en el imaginario del autor moviendo la definición de la trama.
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