sábado, 16 de abril de 2016

Método Tomás Jurado, llega a México

Fuente: http://www.imagenzac.com.mx/nota/estrenan-oficina-de-la-relac-21-28-qr

La sede de la Red Latinoamericana de Cronistas (Relac) en Zacatecas fue inaugurada con una conferencia del escritor y dramaturgo, Tomás Jurado Zabala.
Uziel Gutiérrez de la Isla y Raúl Fréytez Quiñónez, presidente y vicepresidente de la Relac, encabezaron el corte de listón, acompañados por familiares y amigos. 
Estudiantes, cronistas y público en general llegaron a la Donato Guerra, de la colonia Centro, a escuchar con atención La nueva ortografía en la redacción de la crónica, antesala de un taller que se impartirá en estos días.
Método probado en Venezuela, Colombia y México
El escritor venezolano sorprendió a los asistentes al asegurar que solo eran necesarias 16 horas para que aprendieran a acentuar correctamente las palabras.
Probado en escuelas de México, Colombia y Venezuela, el Método de Tomás Jurado, como es llamado por sus seguidores, tiene su base en “humanizar las vocales” y saber separar las palabras en sílabas.
Platicó que este sistema fue creado en el 2000 cuando era editor y corrector de estilo de la revista Vamos a leer, que era distribuida en Baja California, México, y otros puntos de Colombia y Brasil.
Se percató de que los escritores que colaboraban no sabían acentuar las palabras, lo que le generaba más trabajo, pues en México tenía que revisar lo enviado por sus compañeros de Venezuela.
Jurado Zabala preguntó a sus allegados cómo les habían enseñado a acentuar en la escuela y llegó a la conclusión de que los términos y procedimientos empleados no eran los idóneos, pues la mayoría de las veces confundían o lo hacían más difícil de comprender.
Ya como coordinador del Taller Experimental de Literatura, que tenía alcance en México en 2004 y Venezuela, aplicó su novedoso método en escuelas de todos los niveles, incluidos maestros.
En el primer módulo los alumnos solo tienen que observar imágenes, sin tomar nota. Después viene la práctica, explicó.
Al reiterar que era un sistema garantizado, platicó una anécdota que le gusta recordar por la satisfacción que le genera saber que cumplió su objetivo.

En una escuela rural en Venezuela habían ido a impartir el taller a alumnos de sexto año de primaria, a quienes se les explicó que las vocales “son hembras o machos”.

Tiempo después, ya en su oficina, llegó una profesora de esa misma escuela, “Yo lo que necesito, yo quiero ver cuándo van a dictar ese taller porque yo lo quiero hacer”, les dijo.
“Y nos contó que los alumnos le estaban corrigiendo todo lo que escribía y ella admitió que no sabía escribir. Le decían, ‘profesora disculpe pero ahí dice republica, ahí no dice república porque le falta una tilde, es una palabra esdrújula’”.

Por no saber escribir correctamente, la maestra no soportó la presión y los buscó en el taller, dijo el dramaturgo entre risas.

Al terminar la charla, Uziel Gutiérrez de la Isla agradeció su tiempo a los asistentes y adelantó que la Relac programará más actividades como ésta en Zacatecas y otros países de Latinoamérica, por lo que varias instrucciones serán en línea.

Tras nueve días de permanecer en la ciudad, Raúl Fréytez Quiñónez destacó que se llevará gratos recuerdos en su corazón y la satisfacción de haber coincidido con respetables cronistas e investigadores en el Primer Coloquio Internacional de la Crónica.  

viernes, 8 de abril de 2016

Regresó Samuel Robinson

                                                             
 Publicada por E.A. Moreno-Uribe

Ahora Simón Rodríguez, o Samuel Robinson (nombre que usa tras la ruina de la conspiración de Gual y España, (1797), retorna como hermoso ente teatral gracias al autor Tomás Jurado Zabala, el director Carlos Arroyo y los comediantes Aníbal Grunn y Wilfredo Peraza, quienes mostraron en la sala Antonieta Colon, la asombrosa función 13 del espectáculo Robinson en la casa de Asterión, dentro de la 14 Muestra Internacional de las Comunidades de Caracas, que organiza Alberto Ravara.

Robinson en la casa de Asterión, producción de la Compañía Regional de Portuguesa, reivindica a Simón Rodríguez y lo exalta como lo que fue: gran pensador, revolucionario que desafió a toda la naciente sociedad latinoamericana al desarrollar y poner en práctica, arriesgando  hasta su vida misma, por su original concepción- bajo la influencia de Jean Jacques Rousseau-  lo que deseaba: educar a las nuevas naciones liberadas del yugo español por la espada de Bolívar y sus generales. Educación para derrumbar la herencia colonial y formar auténticos ciudadanos republicanos como seres del conocimiento y expertos en diversos oficios.
Jurado Zabala ficciona y combina al mitológico Asterión, según el cuento de Jorge Luis Borges, con las peripecias del brillante intelectual (Caracas, 28 de octubre de 1769/Amotape, Perú,28 de febrero de 1854), e invita al espectador a revisar sus conocimientos sobre quien “enseñaba divirtiendo”.
El espectáculo, creado en Guanare, se desarrolla en un espacio vacío y sobre un piso que reproduce, con líneas blancas, al laberinto del minotauro de Creta, donde irrumpe Robinson para enfrentarse con el Asterión (hombre con cabeza de toro),  momentos antes de morir  y drenar sus fracasos y las culpas de quienes a lo largo de su vida  tuvieron que ver con la ruina de los mismos, con el mariscal Sucre a la cabeza. 
Gracias a la concepción minimalista del montaje y la desenfada  actuación  de Aníbal y Wilfredo, lo vemos  desafiar  a quienes  lo acusaron de ladrón, de hereje, de promiscuo, cuando su objetivo era educar y crear hombres libres para formar verdaderas Repúblicas en la América española. Al final se da cuenta que su salvación está en sus escritos que leyó tantas veces y que nadie supo comprender. Logra demostrar una vez más que, el hombre es grande y trasciende en la historia y el tiempo por sus pensamientos y   sus saberes.
La saga y el legado de Simón Rodríguez o Samuel Robinson no se perdieron en los largos y angustiosos 200 años de historia de esta República. Es una referencia obligatoria en todo lo referente a la educación de la sociedad y es por eso que en Caracas, hacia octubre de 1971, se fundó la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez  y en más reciente fecha  se creó la Misión Robinson, un programa social del gobierno nacional durante la presidencia del comandante Hugo Chávez.

¡Creemos que hay Simón Rodríguez o Samuel Robinson para muchas décadas más!

miércoles, 23 de marzo de 2016

La excelencia del teatro venezolano en Argentina

Por Mariana Jaqueline Ramírez

Robinson en la casa de Asterión, texto de Tomás Jurado Zabala, es una obra de Venezuela dirigida por Carlos Arroyo. La misma se presenta en el marco del Corredor Latinoamericano de Artes Escénicas que organiza el Centro Cultural Kirchner (Sarmiento 151, CABA), cuyo fin es que diversas compañías de teatro de diferentes partes del continente presentan sus obras entre el 8 y el 17 de octubre. Asimismo este ciclo cuenta con las salas de Andamio ´90 -que siguen festejando sus 25 años- como sede externa.
Si bien la obra se estrenó en el año 2013, la dupla que la protagoniza lleva ya varios años trabajando en conjunto, en este y en otros proyectos. El texto dramático toma la historia venezolana, centrándose en los últimos días de vida de Simón Rodríguez.
Ingresando a la sala se escucha una música típica del altiplano y una iluminación tenue que se predomina durante toda la obra. En el escenario se encuentran dos hombres, Simón Rodríguez (interpretado por Aníbal Grunn) quien fue maestro de Simón Bolívar y que durante su exilio se hizo llamar Samuel Robinson. El otro personaje es Asterión (interpretado por Wilfredo Peraza) que es la figura mítica del minotauro. Los dos actores que se hacen cargo en escena del contundente diálogo, dejan al descubierto el gran afianzamiento que tienen en el escenario y el grado de complejidad que tiene la pieza. Además, y acorde con la obra, no podemos dejar de mencionar que las actuaciones de ambos actores son excepcionales, que brindan al espectador la oportunidad de conocer un poco más de la historia de Venezuela, y a su vez, pasar por diferentes emociones.
Esta obra imperdible se podrá ver nuevamente en el Centro Cultural Kirchner este domingo 11 de octubre a las 20hs en la sala Argentina (Piso: S1, Sector: Industrial).

Ficha técnica
Intérpretes: Aníbal Grunn, Wilfredo Peraza / Iluminación: Kelynson Berríos / Escenografía, utilería y máscara: Gerson Giménez / Vestuario: María Teresa Ojeda / Musicalización: Alejandro Martínez  / Producción: Julián Ramos / Dirección y puesta: Carlos Arroyo /

Espacio: Andamio ´90 / Dirección: Paraná 662 C.A.B.A. / Funciones: Viernes a las 19 hs /  Duración: 1 hora. Entradas: 

sábado, 5 de marzo de 2016

Lectura crítica de Ubú rey, de Alfred Jarry

Antecedentes: 
Alfred Jarry
 
Alfred Jarry
Casi ciento veinte años han transcurrido desde el 10 de diciembre de 1896 cuando fue exhibido en Francia, en la sala del Théàtre de L'Ceuvre, la obra teatral Ubú rey. Un drama en prosa estructurado en cinco actos, que todavía sigue resonando en la conciencia de los espectadores, pues a partir de ese momento, mirado ahora desde la óptica de la modernidad, se hizo una hendidura en el cuerpo dramático para ver más allá de lo existente: el absurdo, lo grotesco, lo surrealista, lo irracional; en suma, lo farsesco de un personaje protagonista sin igual, revestido con una pesada carga de defectos, pero que sin embargo penetró como una daga filosa la hermética coraza que protegía el corazón de la burguesía.
Ubú rey, desde el primer momento promovió el escándalo, sacudió las aguas tranquilas del teatro contemporáneo cambiando los conceptos de dramaturgia, puesta en escena, maquillaje, máscaras, actitudes actorales, y se proyectó en el tiempo para convertirse en una obra inspiradora de Artaud, Beckett, Ionesco, y muchos otros artistas de diferentes disciplinas.
Sin lugar a dudas, un texto referencial en el teatro moderno. Un hecho indudablemente poético que escandalizó a la gente de teatro del momento. Se dice que la sala se conmocionó dividida en dos fracciones claramente diferenciadas: los que se mofaban y pitaban y renegaban y terminaban abandonando la sala, y los que aplaudían como locos dando su aprobación tanto al texto como al discurso inicial de su autor.
Alfred Jarry nació en Laval, Francia, el 8 de septiembre 1873. Llegó a París e ingresó al Lyceé du Laval donde permaneció hasta 1879, para ingresar al Lyceé du Saint-Brieuc donde se hizo notar por su habilidad tanto para la lectura como para la escritura. En 1891 presentó por primera vez Ubú Roi en una función privada para sus amigos, en esta representación él mismo se encargó de la caracterización del personaje principal, Pére Ubu. En esos mismos años conoció a Rachilde y a Mallarme, y decidió ingresar en la Universitte du La Sorbonne. En 1896 publicaron Ubu Roi en dos fascículos del Livre d' Art; en junio de ese mismo año se editó en un solo volumen. Se representó para el público en general siendo un absoluto fracaso, debido a que los asistentes cayeron en las constantes provocaciones de Jarry y la crítica la tildó de insulso. En 1898 la volvió a representar con las marionetas del Théatre des Pantins de Pierre Bonnard y con música de Claude Terrasse, logrando buen éxito de taquilla y reivindicando así su fracaso anterior. Ese mismo año conoció a Óscar Wilde y asistió al entierro de Mallarme.
En octubre de ese año sus amigos Vallette y Saltas lo encontraron en su habitación inconsciente y con las piernas totalmente paralizadas, y lo trasladaron al Hospital de la Charité. El 1 de noviembre murió. La causa, de acuerdo al diagnóstico de los médicos, fue una meningitis tuberculosa de evolución anormal. Sus restos fueron llevados el día 3 de noviembre al cementerio de Bagneux y su tumba desapareció de forma misteriosa a los pocos años.
En cuanto a la autoría de esta obra, se ha comentado, con o sin razón, que tiene un mérito compartido con los hermanos Morin, Charles y Henry, quienes entre los años 1885 y 1887, siendo alumnos del Instituto de Rennes, se dieron a la tarea de escribir obras breves satíricas que tenían como centro de la burla al profesor de física Félix Hébert. La obra destacada la titularon Los polacos. Ahí parece que comenzó a gestarse la personificación del “Ubú”. La burla, el escarnio, la farsa. La primera representación fue en Rennes, en diciembre de 1888, en casa de Jarry, con las marionetas Du Théàtre Des Phynanzas. Diez años más tarde fue representado por las Marionetas del Théàtre Des Pantins. Es entonces cuando se suplen los muñecos por actores cubiertos con máscaras como para aparentar grandes marionetas.

En las páginas siguientes trataremos de entender o interpretar esta obra vista a la luz del método sugerido por Patrice Pavis, en su Tesis para el análisis del texto dramático, traducción al español por Isabel Martín.



La obra
1.      Textualidad
Género o forma teatral:
Ubú rey se inscribe en la clasificación de Farsa. Pero como la farsa, si hemos de atender a Claudia Cecilia Alatorre (1994) en su libro Análisis del drama, "no es un género propiamente dicho, sino un proceso de simbolización que puede sufrir cualquier género", entonces, completamos que es una farsa didáctica.

Intertexto:
Ubú se nos hace una caricatura de Macbeth, nacido en el año 1005 y muerto en Escocia en el 1057. Monarca escocés (1040-1057). Conde de Moray, que en el año 1031 fue nombrado general por el rey Duncan I. La ascendencia real de su esposa Grouch, nieta del antiguo monarca Kenneth  III, lo indujo a aspirar al trono, para lo cual asesinó a Duncan en la batalla de Elgin (1040). Tras el magnicidio, y a pesar de la oposición del rey Siward de Northumbria, logró mantenerse en el poder hasta 1057, año en el que fue derrotado y muerto en la batalla de Lumphanan a manos de Malcolm Canmore, hijo de Duncan.
Como sabemos, estos acontecimientos históricos sirvieron a Shakespeare para escribir su famoso drama homónimo, en el cual la figura del noble escocés aparece convertida en un juguete del destino, que lo impulsa a cometer traición y matar a su legítimo señor, condenándolo a vivir sumido en los remordimientos. Shakespeare, por supuesto, alteró muchos de los hechos históricos del verdadero Macbeth.
Más o menos la misma figura y la misma historia, se nos presenta en Ubú, pero con un lenguaje destructor y sardónico y un subtexto ideológico claramente visible.

Léxico:
La obra se inicia con la palabra "mierdra" pronunciada por el Padre Ubú en el primer parlamento de la primera escena del primer acto. Se trata del signo de lo que vendrá luego, pues esta palabra clave será pronunciada treinta y cuatro veces en el curso de la acción. En nuestros días, la palabrita en cuestión, escuchada en cualquier escenario, no tiene ningún efecto, pero sí lo tuvo, y eso lo sabía el autor, en la época en que la obra fue representada por primera vez.
A través del texto nos encontraremos palabras igualmente deformadas en la grafía y por supuesto en la fonética como por ejemplo "sorejas", "mamanrracho", "jodre" "cuernomirechulez", "onejas", "borrachardo", y otras. Todas estas expresiones sirven para configurar la personalidad de los personajes. Sirven para ir tejiendo todo el entramado lexical donde las palabras no significan lo que dicen, sino que llevan de trasfondo un mensaje que no tiene nada que ver con las acciones de los personajes. Se trata del  reinvento del lenguaje para responder más a lo imaginario, que a una fonética o gramática real.

Isotopía y coherencia:
El personaje central gira en su discurso, de manera reiterada, en tres cosas que parecen bullir en su mente: La mierdra que es como la significación del caos, del entorno en que ve mover a sus semejantes; de la física, que es la inteligencia, la naturaleza comparada con el arte; y de la phynanza, o sea, los honores en comparación con la satisfacción de sí por uno mismo, el poder y los valores universales, la fuerza bruta que corrompe con sutileza.

Marcas de literariedad:
Notamos que aquí las palabras no son finalistas, no tienen un fin propio de persuadir, de comunicar, sino de deformar la realidad. Al romperse la estructura lingüística se busca generar otra realidad, otra verdad. Decir con palabras lo que las mismas palabras por su discontinuidad no logran decir. Es por ello que nos topamos con un entramado de verdades-mentiras-juegos-frases inconexas que buscan como fin último la destrucción como un medio de alcanzar el absoluto.
Se observa que el lenguaje escrito tanto gramatical como estilísticamente es circular, y se basa en la equivalencia de los contrarios. Para nuestros personajes resulta igual lo subrepticio, lo atenuado a lo sublime y lo grosero; el descaro es igual a la sinceridad, el orden del caos diferente al anarquismo; el amor absoluto roza con la obscenidad, los dones con la embriaguez, el humor, el sarcasmo, la ironía, la blasfemia.
El humor está presente en toda la obra. Un humor negro, tal como se deduce de la misma declaración de Jarry: "El humor nace del descubrimiento de lo contradictorio".

Marcas de teatralidad:
El "anclaje del texto en la situación escénica", por utilizar el término acuñado por Patrice Pavis,  podemos figurarlo fácilmente siguiendo una nota del programa de mano utilizado por el propio Jarry:
Tras el preludio de una música con demasiados metales, el telón descubre un decorado que quisiera representar Ninguna Parte, con árboles al pie de las camas y nieve blanca bajo un cielo muy azul, dado que la acción discurre en Polonia, país suficientemente legendario y desmembrado como para ser esa Ninguna Parte o, al menos, según una verosímil etimología franco-griega, ni con mucho alguna parte interrogativa. Ninguna Parte está en todas, aquí, motivo por el cual Ubú habla francés. Pero sus numerosas faltas no son vicios franceses exclusivamente, puesto que lo favorecen el capitán Bordura, que habla inglés, la reina Rosamunda, que algarea auvernés, y la muchedumbre polaca, que ganguea maulas y va vestida de gris. Aunque se transparenten ciertas sátiras, el lugar de la acción hace que los intérpretes no sean responsables.
Seréis libres de ver en el señor Ubu las múltiples alusiones que queráis, o un simple fantoche, la deformación por un alumno de uno de sus profesores, quien representa para él todo lo grotesco que hay en el mundo.

Asimismo podemos observar la particular forma de expresarse de los esposos Ubú, su manera grosera de comer y de matar, lo cual nos enfrenta con los instintos primarios. Todo eso es ex profeso para denunciar la fatuidad de esa sociedad burguesa de Francia a la cual iba dirigida la obra.

2.      Texto dramático
Mundo ficcional
Estructuras discursivas:
Estamos en presencia de un personaje que se deja cautivar por la idea del poder manifestada desde su otra parte, su esposa, y en este sentido analiza sus ventajas y las sopesa con las consecuencias, cayendo en los conflictos de la lealtad, que luego echa a un lado y, aceptando, procede a conspirar con el ejército a objeto de derrocar al rey y cambiar el orden establecido, para lo cual, igualmente, hace ofrecimientos a sus acólitos.
El rey, que lejos está de imaginar semejante bajeza de espíritu, desatiende el augurio de su esposa que lo previene sobre la traición y cae en su mayor debilidad que es su fe en el poder. La conspiración da sus frutos, el ambicioso se hace rey y para garantizarse su permanencia en el poder intenta conquistar al populacho. Saltan a relucir las ambiciones de todo tipo y se hace necesario emplear la fuerza para demostrar el poder.
Hay resistencia a todo lo nuevo que resulta en el fondo seguir siendo más de lo mismo.
Se generan choques con los sectores sociales y surgen nuevas reacciones que ponen en peligro la estabilidad del nuevo régimen. Un desertor del nuevo jefe, golpeado en sus intereses, se une al zar de Moscú quien tiene intenciones de salir en defensa del rey derrocado, lo cual no significa otra cosa, sino salir en defensa de los privilegios de la monarquía.
El zar emprende la guerra contra el nuevo reino y el destino vuelve a poner cara a cara al conspirador y al desertor. Vencen los rusos. El usurpador huye con lo que queda de su ejército. La monarquía polaca vuelve al poder, y en su viaje Ubú va con la esperanza de que lo nombren maestro de finanzas, en París.

Hipótesis sobre la puesta en juego del sentido:
Tema: El juego de intereses en un cambio social.
Premisa: Pueblo y burguesía son irreconciliables.

Estructuras actanciales:
Nuestro personaje central, el Padre Ubu, es un ser bajo, instintivo, innoble con desenfrenadas ansias de poder. Asesina al rey de Polonia, y usurpa el trono. Ya convertido en rey utiliza el poder de manera desmedida matando a los nobles, a los burócratas y finalmente hasta a los campesinos, bajo la excusa de que hay que acabar con los culpables.
Asido al poder demuestra ser el anarquista perfecto, juzga de acuerdo a sus propios y personales criterios, despedaza a la gente porque le apetece, y hasta se atreve a pedirle a los soldados rusos que no disparen contra él porque eso no le gusta.
Todos estos desmanes acontecen hasta la llegada del zar de Rusia que lo destrona y expulsa de Polonia, y restituye en el poder al hijo del rey asesinado.
En cuanto a la Madre Ubú, igualmente indigna, infiel, traidora, la vamos conociendo a través de la trama, y en el acto quinto, queda retratada de pie a cabeza cuando dice:
"Por fin estoy al abrigo. Estoy sola aquí. No es ningún inconveniente. Pero qué carrera desenfrenada: atravesar toda Polonia en cuatro días. Todas las desgracias me han caído de golpe. Inmediatamente después de la marcha de ese gran borrico voy a la cripta a enriquecerme. Poco después estoy a punto de que me liquide el Bougrelas ese, y esos cosacos. Pierdo a mi caballero, el Palatino Girón que estaba tan enamorado de mis encantos que se extasiaba de placer al verme, e incluso, me ha asegurado, al no verme, lo que es el colmo de la ternura. Se habría dejado partir en dos por mí, el pobre muchacho. La prueba es que Bougrelas lo ha partido en cuatro. ¡Pif, paf, pan! ¡Ah! Me siento morir. Después, emprendo la huida perseguida por la turba enfurecida. Abandono el palacio; llego al Vístula. Todos los puentes están vigilados. Atravieso el río a nado, confiando dejar de este modo a mis perseguidores. Por todas partes la nobleza se junta y me persigue. Mil veces estoy a punto de perecer ahogada en un círculo de polacos obsesionados en perderme. Finalmente logré sustraerme a su furia, y después de cuatro días de carrera por la nieve de lo que fue mi reino, llego a refugiarme aquí. No he bebido ni comido en estos cuatro días. Bourdelas me pisaba los talones... Pero en fin, ya estoy salvada. ¡Ah! Estoy muerta de fatiga y de frío. Pero desearía saber qué ha sido de mi gordo polichinela, quiero decir, mi muy respetable esposo. Y mira que le he robado finanza. Y le he cogido rixdales. ¡Cómo le he puesto de cuernos! Y su caballo de finanzas que se moría de hambre. No veía a menudo avena el pobre diablo. ¡Ah! Cuán bella historia. Pero, ay, he perdido mi tesoro. Está en Varsovia. Que vaya a buscarlo quien quiera".

Estructuras ideológicas:
En la obra lo ubuesco no es meramente lo absurdo, lo aberrante, o lo ridículo, sino que ideológicamente el término sobreentiende una caricatura de nuestra sociedad y de nuestra cultura.
El lenguaje, como hemos apuntado, es utilizado como herramienta destructora, pero igualmente como una actividad lúdica, por medio de la cual arremete críticamente contra la sociedad y sus estructuras corruptas, contra los desmanes de la burguesía, pues Ubú no es meramente el falso príncipe, el exterminador, el grosero, sino más que eso es la representación del poder, el anarquista perfecto, y el pequeño monstruo que cada cual lleva por dentro.
Vemos en Ubú al tirano cruel, descarnado y corrupto que aunque pasen los tiempos y gire la rueda de la historia, desgraciadamente está ahí, sin que las cosas cambien sustancialmente. Esto lo observamos a lo largo de la obra y se reafirma al final cuando exclama: "... y yo me haré nombrar Maestro de Finanzas en París.", con lo cual nos advierte que la culebra simplemente se está mordiendo la cola.

Conclusiones:
Pudiéramos concluir señalando que estamos, tal vez, en presencia de la obra más representativa del teatro surrealista y que a pesar del tiempo transcurrido desde la primera vez de su exhibición pública, mantiene una vigencia incuestionable en cuanto a su denuncia de la corrupción, en todas sus formas, generadas por el poder. Se trata de un tema universal, como ya hemos apuntado, extraído de la misma historia de desarrollo de los pueblos, solo que vista desde un lente, que al tratar de deformar la realidad nos lo hace más visible y más comprensible.
El claro concepto de la denuncia se mantiene a través de toda la trama, con la exposición de una manera singular de apreciar la historia y sus protagonistas.
Queda expuesto, pues, cómo la obra refleja una determinada realidad, vista a la luz de un momento histórico, cuando la revolución frustrada se refugia en el arte, donde los paraísos artificiales y la crudeza política se cruzan.
Como ya fue apuntado en el texto del análisis intuimos que en la obra lo ubuesco no es sencillamente 1o absurdo o 1o ridículo que va a flor de texto, sino que ideológicamente el término sobreentiende una caricatura de nuestra sociedad y de nuestra identidad cultural.

Asimismo en cuanto al lenguaje, hemos dicho que es utilizado como herramienta destructora, pero igualmente como una actividad lúdica, de la cual se vale el autor para exponer una acerba crítica a toda la estructura social carcomida por la corrupción. En definitiva, se trata de un ataque claro y preciso para dejar en evidencia a la burguesía y sus desmanes. 

sábado, 27 de febrero de 2016

La función del dramaturgo

    Este comentario pretende plantear algunas consideraciones acerca de la Dramaturgia, vista desde la óptica del actor, y para ello tomaremos como punto de partida la pregunta ¿Cuál es el papel del actor en el hecho teatral? 
Comencemos por dejar definidos, de manera sencilla para luego profundizar en la semántica, que en esta primera parte entenderemos que el dramaturgo es el autor del texto dramático, el actor es quien lo representa y el director es quien organiza la forma estética de presentar el espectáculo ante el público. Igualmente asumiremos como verdad lo dicho por tantos autores durante tanto tiempo refiriendo a la tríada teatral, autor-actor-espectadores, como la base del acontecimiento dramático. Es decir, se entiende que si no se cumpliera esta condición, el teatro, por definición, no se cumpliría. De la misma manera trabajaremos sobre la premisa de la no supremacía del texto: el texto escrito es solo una parte de la síntesis teatral, es algo muerto hasta que revive en el espectáculo. Esto último confirma que no existe la supremacía del texto escrito en la formación de la síntesis teatral. El teatro no es un género literario, es más que eso: la compleja síntesis teatral se da como un procedimiento comunitario, como una acción social.
Veremos, entonces, al actor como una síntesis final del texto.
Retomamos la idea primaria de que en el teatro no escribe solamente el autor. Existen diferentes sujetos creadores de donde se desprende que hay una integración entre la dramaturgia del autor, de ese texto escrito que es simiente de la obra, y lo que de ese texto hace el director; y finalmente el aporte del actor con su cuerpo, su cara y su voz. Vista en pequeña medida no es discutible aseverar que de esos tres elementos es de donde surge la dramaturgia que finalmente complementará el espectador.
Se rompe, pues, ese paradigma que durante muchos años se tuvo como cierto acerca del valor casi absoluto del texto teatral. Para ese momento el teatro se concebía encasillado en el lenguaje referido por el autor teatral, sin ver más allá, o cuando mucho se alargaba por la propuesta aristotélica de que "la realidad no se expresa solo por conceptos, sino también por 'representación', mimesis."
Ahora bien, según Aristóteles, tanto los poetas líricos como los poetas épicos también intentan representar acciones humanas, pero estos lo hacen empleando solamente el material lingüístico, por lo que podemos decir que apelan a la imaginación sensible solo a través de las estructuras lingüísticas. El dramaturgo, en cambio, emplea el lenguaje solamente en un sentido transitivo, como una extensión de lo que realmente intenta hacer: representar acciones. Así que el objetivo final está relacionado con el acto de "contemplar" tales acciones (y de allí "teatro" como corolario de "drama") y, a través de la contemplación, "comprender" lo que tales acciones constituyen. El hecho de que la contemplación del fenómeno dramático requiera de espectadores para su realización implica que, a diferencia de las demás artes, el teatro es una actividad esencialmente comunitaria. El teatro se dirige no solo a crear un espectáculo visual u oral, sino a conmover al espectador en toda su dimensión humana, incluyendo la corporal, pues la relación teatro - audiencia es siempre corporal.
Tenemos, así, que para Aristóteles "la representación" estaba estructurada en dos partes: el Qué y el Cómo.
El qué era el drama en sí, formado por el mythos, es decir, el entramado verbal, la forma en que está contada la historia, lo que trata. El ethos, que es, a grandes rasgos, el carácter del personaje, lo que pone de manifiesto la elección responsable del héroe trágico, la responsabilidad de lo actuado asumido con conciencia; en definitiva, es una forma de moverse en la vida y tomar una decisión en el entramado; y la dianoia, que viene siendo esa claridad de razón que nos llega de repente.
En tanto el cómo, era el teatro, la contemplación. Para Aristóteles era el lexis, o sea, el sistema de signos que expresan algo, entendiéndolo en toda su dimensión, desde el argumento literario hasta lo corporal o gestual. La melopeia, o sea el ritmo, los compuestos del tiempo en el entramado; y el opsis, entendido este como el espectáculo en sí, el espacio escénico, la maquinaria, luces, escenografías, sonidos, etc. Vemos pues, que el teatro no es un hecho absoluto y homogéneo, sino una diversidad de asuntos asumidos por autores, actores y directores. Asumiendo esto como cierto, debemos aceptar que el concepto de dramaturgo ya no es el del escritor que produce una obra para que luego sea llevada a escena por el director con sus actores. No. El texto dramatúrgico no llega “químicamente puro” al espectador.

Dramaturgia del autor:
Con base en estas primeras consideraciones se hace contraproducente hablar de una dramaturgia concebida solo como texto, obviando la teatralidad y sus diferentes significaciones. Nos encontramos con que el texto teatral asume unas características propias que lo alejan de ser un texto con validez por sí mismo, cuestión que lo hace totalmente diferente de la poesía y de la novela. El dramaturgo crea la obra "literaria" para ser interpretada por el actor, independientemente de que sea o no representada. Una vez creada la obra teatral el autor pasa a un segundo plano, cediendo la voz a sus personajes, que deberán ser interpretados por actores, que vuelven a asumir el gran rol dentro del hecho y del acontecimiento teatral.

Dramaturgia del director:
Vamos a entender por dramaturgia del director aquella que es creada por este una vez que analiza un texto teatral. Sabemos que el papel del director estriba fundamentalmente en generar las condiciones necesarias para darle forma al acontecimiento teatral, organizar el discurso de puesta en escena, investigar, visualizar en su imaginario el desarrollo de la acción, es decir, que por su propia responsabilidad se transforma en un creador, en un ente generador de la dramaturgia del espacio y en consecuencia un engranaje fundamental en la trama significante y en el discurso teatral.
Nada de esto es nuevo, como sabemos, lo nuevo es el interés que se ha despertado entre la gente de teatro por la polisemia que adopta el término dramaturgia.

Dramaturgia del actor:
Con todo lo comentado hasta ahora podemos ir redondeando una idea final basada en la significación y trascendencia del actor dentro del fenómeno dramatúrgico.
Observamos desde diversas perspectivas cómo Barba y Grotowski lo ubican nuevamente en el centro de la atención como los más directos responsables del hecho teatral. Puede haber teatro sin escenografía; puede haber teatro sin luces; puede haber teatro sin directores; pero no puede haber teatro sin actores.
Concebimos entonces la dramaturgia del actor como fundamental.
"El crítico teatral por excelencia es el actor", dijo alguien por ahí.
El actor pone en evidencia las potencialidades de significado en una obra, porque la verdadera hermenéutica del teatro es la representación. Y he aquí que se nos presenta otra nueva visión de dramaturgia: el espectador, que resulta ser el último creador del hecho escénico. Sin espectador no hay espectáculo. Él, al final, es quien completa y da sentido al espectáculo, él forma una nueva dramaturgia a través de la percepción de lo que ha visto y de lo que ha completado con su imaginación. Él forma el discurso final. Él es el testigo más inmediato de lo narrado en escena. Eso es lo que vale para el acontecimiento teatral, pues, el espectáculo solamente tiene sentido si, de alguna manera, es capaz de inventar una realidad en comunión con el espectador.
Una percepción más completa la percibimos en estas palabras de Jerzy Grotowski donde refiere la relación del texto con el hecho teatral: "Los actores y yo nos enfrentamos al texto; no es posible expresar lo objetivo en el texto, y de hecho solo aquellos textos realmente malos nos dan una sola posibilidad de interpretación. Las obras maestras representan una especie de rompecabezas para nosotros".

Esto nos trae a considerar la dramaturgia de los actores vista desde la experiencia de la "creación colectiva" en la Commedia dell' Arte, aparecida en Italia, a mitad del siglo XVI, y que, sin lugar a dudas, se estableció históricamente como un teatro de actores que creaban en comunión con el público a través de un guion preestablecido donde los actores, que además tenían habilidades de acróbatas, magos, prestidigitadores, equilibristas, cantantes y gimnastas, iban desarrollando y complementándolos con parlamentos improvisados, de acuerdo a las situaciones que se iban dando en escena. Eso era una dramaturgia en toda la expresión de la palabra.

Podemos concluir señalando que la escritura teatral lo que está poniendo en juego es, en sentido amplio, el concepto de dramaturgia. La noción que hasta hace poco tiempo teníamos de escritura dramática se atomiza en una pluralidad de posibilidades. Hay cambios sustanciales, lo que entendíamos como una obra teatral sigue formando parte del proceso, pero no es el teatro, no es el resultante final llamado espectáculo.
Ya no es solo el escritor el autor teatral, como venimos apuntando. La tarea de una dramaturgia que quiera ponerse a la altura de esa literatura no es solo responsabilidad de unos escritores de teatro. Es responsabilidad del teatro todo y, fundamentalmente, es tarea de los actores; y he aquí que comenzamos a darle forma a nuestra premisa acerca de la trascendencia capital de la dramaturgia del actor.
Pero, esto solo es posible si el actor deja de ser el simple histrión y se convierte de hecho en creador del discurso teatral en comunión con los espectadores. Sería como la reafirmación de la idea de Antonin Artaud en su teatro de la crueldad. El actor jugando con un discurso susceptible de ser transformado, un discurso no representado sino presentado en la escena, un alejamiento de la literatura para dar paso a la teatralidad.
Aceptamos entonces que el enunciado del texto teatral, si bien tiene significación, no tiene sentido hasta tanto no nos lo dice el actor. Adquiere sentido solamente en el momento en que se convierte en discurso rodeado de las diferentes situaciones conflictivas y mensajes semióticos que engloba. Y de eso responde el actor.
Como corolario final podemos decir que si hemos de concebir un "crítico teatral" ese tiene que ser el actor, ya que es él quien prueba y realiza las potencialidades de significado en una obra. La verdadera hermenéutica del teatro es la representación, ya lo hemos dicho. Y eso es responsabilidad del actor. 

sábado, 20 de febrero de 2016

Aproximación a la Poética de Aristóteles

Aristóteles
MUCHO SE HA HABLADO, bien y mal, sobre la poética de Aristóteles por ser, sin lugar a dudas, el primer libro escrito sobre la creación literaria. 

Pero veamos someramente de qué se trata. El título original en griego clásico significa literalmente "Sobre la poética". Pero ¿qué es entonces poética? Se sabe de la existencia del verbo griego poieo que significa hacer, construir, crear artísticamente. Sobre este término el Dr. José Ramón Alcántara Mejía, (2002) en su libro Teatralidad y cultura: hacia una est/ética de la representación. Universidad Iberoamericana. México, expresa:

La palabra poiesis, o 'poética’ se relaciona comúnmente con la actividad de escribir versos, ya sean rimados o libres. Esta interpretación viene del hecho de que la primera poética conocida en el occidente renacentista fue el Arte poética de Horacio, obra que efectivamente trata de cómo componer poemas, entendiendo por ello formas versificadas que aluden al origen musical de la poesía lírica. Sin embargo, el sentido y uso original de la palabra poiesis entre los griegos era simplemente el de 'componer, construir o dar forma con un propósito'. A aquello a lo que se le ‘da forma’, es decir, el fin o propósito del acto poiético no es la cosa en sí sino el ser de la cosa, y de ahí la diferencia del concepto de mímesis o imitación entre Platón y Aristóteles.

De lo visto anteriormente podemos entender, entonces, que cuando Aristóteles llamó a esta obra Perí poitikís estaría indicando que se refería a asuntos relacionados con la poiesis, es decir, con lo que tiene que ver con la creación literaria y especialmente con el arte dramático. La denominación de poética le viene, seguramente, como apunta el Dr. Alcántara Mejía, con la similitud que pretendió dársele por sus intérpretes renacentistas al compararla con la obra de Quinto Horacio Flaco, nacido en el año 65 a.C., y autor de la famosa obra preceptiva para la creación poética. Pero no resulta difícil comprobar que ambos tratados son diferentes en su contenido.

Apenas comenzando el libro el filósofo hace diferenciaciones entre las bellas artes: la Pintura que se vale del color; la Música, del sonido; la Escultura, de la forma; y la Literatura que utiliza la palabra. Y sobre esto último abunda en conceptos acerca del hecho literario: los grados, las formas, los géneros y los estilos de la literatura. Además Aristóteles establece una clara diferenciación entre lo que es el arte y lo que es la ciencia.

Se sabe que en la época a que nos referimos el verso era utilizado en casi todos los escritos, ya fueran estos literarios o científicos. Igual los griegos de entonces podían escribir en verso un poema que un tratado de biología, lo que dio como resultante que se les llamara poeta tanto al que escribía poemas como al que escribía tratados científicos. En la aplicación de este término también interviene Aristóteles en su poética y nos aclara:

En efecto, también a los que exponen en verso algún tema de medicina o física suelen llamarlos poetas. Pero nada en común hay entre Homero y Empédocles excepto el verso. Por eso al uno es justo llamarlo poeta, pero al otro naturalista más que poeta [ ... ]  De esto resulta claro que el poeta debe ser artífice de fábulas más que de versos, ya que es poeta por la imitación, e imita las acciones".

(En la anterior cita se aprecia la utilización del concepto de mimesis tal como se le ha traducido, pero no aceptado como se verá más adelante. Para nosotros sería: "ya que es poeta por la ‘mímesis’ y representa las acciones")

A partir de esto queda claro, si atendemos a Aristóteles, que el término poeta solo debe ser aplicado a aquel que escribe literatura y que aunque un médico escriba sus tratados en versos no es, de ninguna manera, material literario, y que el poeta debe ser "artífice de fábulas más que de versos". Esto último supone que no necesariamente la obra literaria, la poiesis, debe atenerse al convencionalismo del verso. Puede ser en prosa que establezca un discurso diferente al habla común y cuyo principal ingrediente sea una fábula bien elaborada.

También Aristóteles aclara lo relativo a la historia apartándola del hecho literario: "... No corresponde al poeta decir lo que ha sucedido, sino lo que podría suceder, esto es, lo posible según la verosimilitud o la necesidad. En efecto, el historiador y el poeta no se diferencian por decir las cosas en verso o en prosa [ ... ] la diferencia está en que uno dice lo que ha sucedido, y el otro, lo que podría suceder".

Se debe aclarar aquí lo que es una historia real y lo que es una historia literaria, una fábula Lo primero suponemos que aconteció, lo segundo que podría acontecer. Lo primero está sujeto a una verdad; lo segundo, no; pero sin embargo, aunque sea una fábula literaria debe tener verosimilitud, es decir, debe ser coherente, debe tener una exposición, un nudo y un desenlace.

Ahora bien, el término sobre el cual parece girar la poética al referirse al hecho teatral o al acontecimiento dramático es el concepto de "mimesis", una expresión que parece ser la que ha generado la mayor confusión de quienes han estudiado el texto aristotélico.

Desde mucho antes se ha traducido la palabra mímesis como sinónimo de "imitación". Esta expresión figura desde las primeras líneas cuando el autor define las diversas artes de acuerdo a los medios que se utilizan para su "imitación" concluyendo que la Literatura utiliza la palabra, esencialmente el verso, el ritmo y el canto.

Dice Aristóteles: "Hay todavía entre estas artes una tercera diferencia que es el modo en que uno podría imitar cada una de estas cosas. En efecto, con los mismos medios es posible imitar las mismas cosas unas veces narrándolas (ya convirtiéndose hasta cierto punto en otro, como hace Homero, ya como uno mismo y sin cambiar), o bien presentando a los imitados como operantes y actuantes".

Expone claramente el filósofo las dos maneras de "imitación": la narración y la representación, o sea, lo que se viene entendiendo como la épica y el teatro.

Hasta este momento hemos venido aceptando el término mímesis puramente como "imitación" solo para dar una idea apropiada de lo que a la luz de los nuevos estudiosos de la Poética de Aristóteles está mal entendido y en consecuencia es lo que ha generado el distanciamiento de la crítica de este importante texto, llegándose incluso a restarle los méritos que indiscutiblemente tiene.

La obra que como ya apuntamos fue editada en el año 70 a.C. tuvo su mayor divulgación a principios del siglo XVI, en los momentos, precisamente, cuando la figura de Aristóteles sufría los mayores ataques de los humanistas del Renacimiento. (En esos momentos Galileo Galilei acababa de demostrar que la afirmación de Aristóteles de que la velocidad con la que cae un cuerpo es proporcional a su peso era errónea, y que lo correcto es que la velocidad depende de la resistencia al aire que presente el cuerpo).

Así, pues es fácil intuir que no solamente le fue negado el valor intelectual de la obra, sino que además su interpretación pudo no haber sido hecha con la atención merecida. La Poética se vio tal vez solo como una obra preceptiva para escribir teatro a la par de la de Horacio para la poesía. Hoy día podemos notar tendencias literarias que hablan del "antimimetismo" para referirse a la poética como un tratado del cual hay que alejarse, pues es un mero precepto, una serie de reglas basadas en la imitación. Pensadores de los últimos tiempos demuestran que esto no es verdad, de ninguna manera, y que por el contrario la Poética adquiere un valor singular para hacer e interpretar el teatro como un verdadero acontecimiento social.

¿Por qué habríamos de entender en este caso mímesis como imitación? Cuando el filósofo define las artes, y emplea el término "mímesis" se escapa de la lógica que esté empleando la palabra en su acepción de imitar. Cuando el pintor pinta no imita, sino que representa; cuando el músico produce sus sonidos no imita, ni cuando lo hace el escultor y el literato. Representan.

Debemos entonces dejar abierta la posibilidad de que Aristóteles no se refería a imitar, sino a "representar" que al fin de cuentas es lo que apreciamos en el teatro: la representación de acciones humanas.

Si nos paseamos por el génesis de la Poética encontraremos que el maestro de Aristóteles, Platón, no vio nunca con buenos ojos las representaciones teatrales, y tenía como su verdad que estas no hacían otra cosa que despertar las pasiones humanas y distanciar al hombre de la verdad.

Platón sostenía que el arte está alejado dos veces de la realidad y eso se entiende porque para él la realidad no era la naturaleza sino el mundo de las ideas. De este criterio se escapa su Aristóteles quien trata de encontrar la realidad desde otro ángulo y propugna que la única realidad es la naturaleza.

Ahora bien, si para Aristóteles la realidad es lo que existe, lo que nos rodea, entonces ¿cómo la imitamos? ¿cómo introducir una nueva realidad? De tal manera, pues, solo podríamos representarla. Así que para Aristóteles el teatro no podría, de ninguna manera, ser una imitación, no podría ser literatura, sino acción, representación de esa única realidad existente que es la naturaleza.

Y es eso lo que deberíamos ver en su Poética, no una serie de normas, mandatos y reglas rigurosas a las cuales someterse para hacer teatro, sino un bagaje de reflexiones filosóficas sobre la creación dramática.